En Yucatán,México está lleno de leyendas Mayas que cuentan los antepasados y que ha permanecido de generación en generación gracias a que se han ido contando a los hijos y éstos a los propios.
Una de las leyendas mayas más populares en ésta tierra donde se encuentra la Pirámide de Chichen Itza es la que se refiere a los aluxes que según cuentan los abuelos pueden ser grandes protectores de las milpas o los montes, si los tratas muy bien ofreciéndoles sus bebidas tradicionales que son el pozole (masa de maíz disuelta en agua) con miel o el saká, el aguardiente, cigarros, sí como diferentes tipos de comidas de la región, pero si no cumples como es debido, ellos mismos se encargarán de que el mal caiga sobre las cosechas y tierras cultivadas.
Según narran los antepasados, son como traviesos niños que les gusta jugar para bien o para mal,ya que adoptan distintas personalidades según la situación que se presente, si es para cuidar un campo ellos manifiestan los diferentes ruidos de los animales del monte para asustar a aquel que quiera introducirse sin el consentimiento del dueño, ellos aprovechan las leyes de la naturaleza para presentarse ante determinada situación, ya que pueden presentarse como vientos malos que causan enfermedades.
También dicen que hay gente que los han visto en las cuevas en forma de muñecos de piedra o de barro y los han tratado de tocar pero es malo porque pueden cargar con el mal viento que te puede ocacionar una fiebre de varios días, habría que consultar con un X-men (yerbatero).
Así mismo se dice acerca de los aluxes que en las noches cuando los hombres se entregan al sueño,hay criaturas que salen al mundo.Los aluxes brotan a la luz de la luna.Pocas personas las ven porque son ágiles, ligeros y traviesos. Su vida es un continuo jugar. Les gusta chapotear en las aguas, siempre están sonrientes y con ganas de desconsertar a los humanos. Si de casualidad se topan con gente, empiezan a molestarla con travesuras, tiran piedras y esconden pequeños objetos.
Se dice que fueron creados por campesinos a través de un rito especial para que cuidaran sus cultivos.
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jueves
LEYENDA MAYA DEL MAQUECH
LEYENDA MAYA DEL MAQUECH (Insecto que es usado como adorno en la ropa con piedras incrustadas como decoracíon).
Esta es la leyenda de una bella princesa que tenía los cabellos cual alas de golondrinas, por eso la llamaban Cuzán, que es el nombre en Maya de dicha ave.Ella era, además, la hija preferida de Ahnú Dtundtunxcaán, el Gran Señor que se sumerge en el cielo.
Tan pronto Cuzán tuvo edad para el matrimonio, su padre concertó la unión con el hijo del Halach Uinic de la gran ciudad de Nan Chan.
Tan pronto Cuzán tuvo edad para el matrimonio, su padre concertó la unión con el hijo del Halach Uinic de la gran ciudad de Nan Chan.
Se trataba del príncipe Ek Chapat, futuro Señor del Reino.
Pero un día, cuando la princesa fue a agradecérselo a su padre los tesoros del botín de guerra que le había enviado, le halló acompañado de un hermoso joven llamado chacpol, (cabeza roja) porque su cabello era de color encendido.
Cuenta la leyenda maya que a partir de ese instante, sus almas quedaron atrapadas en un lazo de fuego.
Cuenta la leyenda maya que a partir de ese instante, sus almas quedaron atrapadas en un lazo de fuego.
Juraron no olvidarse nunca, y se amaron con locura bajo la ceiba sagrada, donde los dioses escuchaban las plegarias de los mortales.
Cuando el rey supo que Chalpol era el amante de su hija, ordenó que fuera sacrificado.
Cuzán le pidió a su padre que no lo sacrificara, prometiendo que jamás lo volvería a ver y que aceptaría con obediencia ser la esposa del príncipe de Nan Chan.
En la soledad de su alcoba, la princesa entró en la senda del misterio. Y, durante el silencio de la noche, fue llamada a presentarse ante el Halach.
En la soledad de su alcoba, la princesa entró en la senda del misterio. Y, durante el silencio de la noche, fue llamada a presentarse ante el Halach.
Entonces, un hechicero se le acercó ofreciéndole un escarabajo, y le dijo: “Cuzán, aquí tienes a tu amado Chalpol.
Tu padre le concedió la vida, pero me pidió que lo convirtiera en un insecto por haber tenido la osadía de amarte”.
La princesa Cuzán lo tomó en sus manos, y se dirigió a él con las siguientes palabras: “Juré nunca separarme de ti y cumpliré mi promesa”.
El mejor joyero del reino lo cubrió de piedras preciosas y le sujetó una de sus patitas con una cadenita de oro.
El mejor joyero del reino lo cubrió de piedras preciosas y le sujetó una de sus patitas con una cadenita de oro.
Tan pronto estuvo listo, ella lo prendió a su pecho y le confió: “Maquech, eres un hombre, escucha el latido de mi corazón, en el vivirás siempre.
He jurado a los dioses no olvidarte nunca”. Y agregó: “Maquech, los dioses no han conocido nunca un amor tan intenso y tan vivo como este que consume mi alma”.
Fue así que la princesa Cuzán y su amado Chacpol, convertido en Maquech, se amaron por encima de las leyes del tiempo.
Fue así que la princesa Cuzán y su amado Chacpol, convertido en Maquech, se amaron por encima de las leyes del tiempo.
Leyenda maya
domingo
LEYENDA MAYA: EL COCAY
Quizá alguna noche en el campo hayas visto una chispa de luz que brilla y se mueve de un lado a otro; esa luz la produce el cocay, que es el nombre que le dan los mayas a la luciérnaga.
Ellos saben cómo fue que este insecto creó su luz, esta es la historia que cuentan:
Había una vez un Señor muy querido por todos los habitantes de El Mayab, porque era el único que podía curar todas las enfermedades.
Cuando los enfermos iban a rogarle que los aliviara, él sacaba una piedra verde de su bolsillo; después, la tomaba entre sus manos y susurraba algunas palabras. Eso era suficiente para sanar cualquier mal.
Pero una mañana, el Señor salió a pasear a la selva; allí quiso acostarse un rato y se entretuvo horas completas al escuchar el canto de los pájaros. De pronto, unas nubes negras se apoderaron del cielo y empezó a caer un gran aguacero.
El Señor se levantó y corrió a refugiarse de la lluvia, pero por la prisa, no se dio cuenta que su piedra verde se le salió del bolsillo.
Al llegar a su casa lo esperaba una mujer para pedirle que sanara a su hijo, entonces el Señor buscó su piedra y vio que no estaba. Muy preocupado, quiso salir a buscarla, pero creyó que se tardaría demasiado en hallarla, así que mandó reunir a varios animales.
Pronto llegaron el venado, la liebre, el zopilote y el cocay. Muy serio, el Señor les dijo:
—Necesito su ayuda; perdí mi piedra verde en la selva y sin ella no puedo curar. Ustedes conocen mejor que nadie los caminos, las cavernas y los rincones de la selva; busquen ahí mi piedra, quien la encuentre, será bien premiado.
Al oír esas últimas palabras, los animales corrieron en busca de la piedra verde. Mientras, el cocay, que era un insecto muy empeñado, volaba despacio y se preguntaba una y otra vez:
— ¿Dónde estará la piedra? Tengo que encontrarla, sólo así el Señor podrá curar de nuevo.
Y aunque el cocay fue desde el inicio quien más se ocupó de la búsqueda, el venado encontró primero la piedra. Al verla tan bonita, no quiso compartirla con nadie y se la tragó.
Y aunque el cocay fue desde el inicio quien más se ocupó de la búsqueda, el venado encontró primero la piedra. Al verla tan bonita, no quiso compartirla con nadie y se la tragó.
—Aquí nadie la descubrirá —se dijo—. A partir de hoy, yo haré las curaciones y los enfermos tendrán que pagarme por ellas.
Pero en cuanto pensó esas palabras, el venado se sintió enfermo; le dio un dolor de panza tan fuerte que tuvo que devolver la piedra; luego huyó asustado.
Entre tanto, el cocay daba vueltas por toda la selva.
Entre tanto, el cocay daba vueltas por toda la selva.
Se metía en los huecos más pequeños, revisaba todos los rincones y las hojas de las plantas. No hablaba con nadie, sólo pensaba en qué lugar estaría la piedra verde.
Para ese entonces, los animales que iniciaron la búsqueda ya se habían cansado. El zopilote volaba demasiado alto y no alcanzaba a ver el suelo, la liebre corría muy aprisa sin ver a su alrededor y el venado no quería saber nada de la piedra; así, hubo un momento en que el único en buscar fue el cocay.
Un día, después de horas enteras de meditar sobre el paradero de la piedra, el cocay sintió un chispazo de luz en su cabeza:
— ¡Ya sé dónde está! —gritó feliz, pues había visto en su mente el lugar en que estaba la piedra. Voló de inmediato hacia allí y aunque al principio no se dio cuenta, luego sintió cómo una luz salía de su cuerpo e iluminaba su camino. Muy pronto halló la piedra y más pronto se la llevó a su dueño.
—Señor, busqué en todos los rincones de la selva y por fin hoy di con tu piedra —le dijo el cocay muy contento, al tiempo que su cuerpo se encendía.
—Gracias, cocay —le contestó el Señor— veo que tú mismo has logrado una recompensa. Esa luz que sale de ti representa la nobleza de tus sentimientos y lo brillante de tu inteligencia.
Desde hoy te acompañará siempre para guiar tu vida.
El cocay se despidió muy contento y fue a platicarles a los animales lo que había pasado.
El cocay se despidió muy contento y fue a platicarles a los animales lo que había pasado.
Todos lo felicitaron por su nuevo don, menos la liebre, que sintió envidia de la luz del cocay y quiso robársela.
—Esa chispa me quedaría mejor a mí; ¿qué tal se me vería en un collar? —pensó la liebre.
Así, para lograr su deseo, esperó a que el cocay se despidiera y comenzó a seguirlo por el monte.
— ¡Cocay! Ven, enséñame tu luz —le gritó al insecto cuando estuvo seguro de que nadie los veía.
—Claro que sí —dijo el cocay y detuvo su vuelo. Entonces, la liebre aprovechó y ¡zas! le saltó encima. El cocay quedó aplastado bajo su panza y ya casi no podía respirar cuando la liebre empezó a saltar de un lado a otro, porque creía que el cocay se le había escapado.
El cocay empezó a volar despacio para esconderse de la liebre. Ahora, fue él quien la persiguió un rato y en cuanto la vio distraída, quiso desquitarse. Entonces, voló arriba de ella y se puso encima de su frente, al mismo tiempo que se iluminaba.
La liebre se llevó un susto terrible, pues creyó que le había caído un rayo en la cabeza y aunque brincaba, no podía apagar el fuego, pues el cocay seguía volando sobre ella.
En eso, llegó hasta un cenote y en su desesperación, creyó que lo mejor era echarse al agua, sólo así evitaría que se le quemara la cabeza. Pero en cuanto saltó, el cocay voló lejos y desde lo alto se rió mucho de la liebre, que trataba de salir del cenote todo empapado.
Desde entonces, hasta los animales más grandes respetan al cocay, no vaya a ser que un día los engañe con su luz.
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